En este periodo las obras poseen características muy distintas. Si bien no hay un relato homogéneo que las unifique, se vinculan a través del empleo de nuevos materiales -objetos retro, encontrados o que circulaban en la cultura popular-, y de la incorporación de las manualidades, la artesanía y la esfera de lo doméstico (desmantelada a través de la ironía o el mismo reforzamiento de sus clichés).
En esta década se utilizaban las sombras de ojos monocromáticas con preferencia de tonos pastel y colores tierra. Estas sombras se pintaban desde el párpado móvil hasta la base de la ceja. Además, era muy común usar máscara de pestañas para alargarlas y darles volumen.
Se volvieron a poner de moda las cejas extremadamente delgadas y redondeadas, lo que le daba a la mujer un rostro más maduro y delicado. Las más atrevidas optaban por depilarse las cejas enteras y pintarlas con un lápiz.
Predominaban los labios delineados y con brillo. Es a partir de este momento cuando el gloss alcanza el éxito en el mercado de la belleza. Otro color típico de labios que se llevaba mucho en los 90 era el marrón y similares, desde los tonos más suaves como la terracota hasta los más oscuros.
Para los pómulos se utilizaban coloretes de colores discretos, ya que se buscaba llevar un tono natural que no resaltara demasiado porque el protagonismo del maquillaje de los años 90 recaía en los labios.